4/2/09

Ajo y agua, macho

4/2/09
La muerte espera sentada en una silla, sin que nadie logre advertirla, mientras un hombre pinta el techo de su cocina, subido a una vieja escalera de madera.
- Cuidado. – Advierte la mujer del hombre. – La escalera está mal apoyada, te vas a caer.
El hombre se ríe, mira a su mujer y se agranda.
- ¿Sabés a cuántas escaleras me subí yo?
- Ni idea. – Piensa la parca. – Pero esta es tu última escalera, macho. – La muerte menea la cabeza y mira la hora. – Falta poco.
El hombre da un brochazo largo al techo y la escalera se tambalea. El hombre se aferra y planta firme los pies. La escalera vuelve a su lugar y se acomoda. El hombre respira y sigue pintando, como si nada hubiera pasado.
La muerte menea la cabeza una vez más y comienza a sentir un cosquilleo en la panza. Se escucha, de pronto, la marcha fúnebre y la parca saca el celular del bolsillo canguro, que Doña Marta le cosió al frente de la túnica.
- Hola. – Atiende. - ¿Qué hacés Sole?... Acá ando, laburando, ¿Vos?... ¿Partido hoy? Si me prendo, ¿contra quién jugamos?...
Se escucha un grito, la escalera se va en banda. El hombre cae para un lado, la brocha para el otro, el tarro de pintura vuela hacia la cabeza de la muerte, que lo esquiva con muy buenos reflejos y la mujer se desmaya.
- Aguantame un toque, Sole. – Dice la muerte, que deja el celular sobre la mesa y agarra la guadaña.
El cuerpo del hombre queda quieto en el suelo, sobre un charco de sangre y pintura blanca. Un resplandor plateado se advierte en el inerte pecho y una silueta luminosa y traslúcida, con facciones similares a las del cadáver, se eleva como un globo con helio, atado al cuerpo, por un hilo de plata.
- ¿Qué pasó? – Pregunta el alma del hombre. - ¿Por qué me matás?
La muerte larga una carcajada.
- Y ¿A mi me lo decís? – Se ríe la parca. – Tu “jermu” te avisó que la escalera estaba mal apoyada, casi te vas en banda hace un ratito, pero el señorito no… “¿Sabés a cuántas escaleras me subí yo?” – Se burla la parca, imitando el tono utilizado por el hombre. – Ahora jodete macho, bancatelá. – La muerte levanta la guadaña y corta el hilo de plata, con un movimiento espectacular, ensayado y utilizado durante milenios.
El alma del hombre, resignada, se eleva hasta el techo a medio pintar.
- Dale derecho. – Indica la muerte. – Seguí hasta el primer semáforo y doblá a la derecha. Decile a San Pedro, que vas de mi parte.
El alma del hombre traspasa el techo y sigue hasta el cielo.
La muerte se acerca a la mesa, agarra el teléfono y se lo pone en el costado derecho del cráneo, sosteniéndolo con el hombro.
- Sole, ¿estás? – La muerte sigue hablando, mientras acomoda la silla en la que estaba sentada y se encamina a la puerta de salida de la casa. – Nada, te dije que estaba laburando. ¿A qué hora jugamos?

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