Llega el sábado a la tarde y tras dormir un ratito la siesta, la muerte se sienta en el sillón del comedor, con su hijo más pequeño sobre las rodillas.
- Tengo algo que enseñarte. – Le dice el padre al hijo, un tanto emocionado.
El nene se entusiasma.
- ¿Me vas a enseñar a despanzurrar un alma con la guadaña? – Pregunta el inocente vástago, con los ojos llenos de felicidad.
- No. – Asegura la muerte, sorprendido.
El nene piensa rápido.
- ¿El toque silencioso? Que grande mi viejo, tiene estilo. – El nene palmea el hombro de su papá.
- Tampoco. – Dice la muerte. – Te quiero enseñar…
- Ya sé. – Dice el nene, mientras aplaude y se frota las manos, interrumpiendo a su padre. – Me vas a enseñar a imponerle terror al universo entero, a controlar el tiempo, la vida y a ser el azote de todas las criaturas.
- ¡No! – Dice la muerte, enojado. – Te voy a enseñar algo más importante que todo eso.
El nene abre los ojos de par en par. La muerte agarra el control remoto, prende la tele y pone un canal de deportes, justo cuando Chacarita Juniors sale a la cancha.
- Escuchá y aprendé esta enseña de tu padre. – La muerte sonríe, mira a sus hijos a los ojos y comienza a cantar. – “Sooooooooooy Funebrero, es un sentimiento, que no puedo paraaaaaaar. Olé, olé, olé, olé, olé, olé, olá, olé, olé, olé, cada día te quiero más. Sooooooooooy Funebrero, es un sentimiento, que no puedo paraaaaaaar. Olé, olé, olé, olé, olé, olé, olá, olé, olé, olé, cada día te quiero más…”
20/1/09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario