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Un tipo simple, caucásico y rutinario (como la mayoría de los hombres simples, caucásicos y rutinarios), tomó una manzana, un huevo, una tina con agua caliente, harina y crema.
“Gracias a ti somos conscientes de la gravedad”, le dijo a la manzana “Y perdimos el paraíso”
“Gracias a ti, sabemos que el mundo es redondo”, le dijo al huevo
“Gracias a ti, comprendimos que una masa ocupa el mismo espacio que otra, pero que la segunda desplaza a la primera… o algo así” le dijo a la tina con agua.
“Gracias a ti, creímos que el lobo era la oveja y nos quedamos sin corderitos” le dijo a la harina “y alguien descubrió el asunto de las huellas digitales”, añadió.
“Gracias a ti, soy diabético” le dijo a la crema.
“Si por separados fueron tan importantes, juntos deben ser dinamita” dijo el hombre que, cansado de tratar de hacer estallar el extraño menjunge de ingredientes, terminó por agregar un horno a la lista de objetos e inventó el pastel de manzana