Lleno de dolor, un fulano levantó un gorrión que cayó entre sus flores, después de estrellarse contra el cristal de la ventana cerrada. El pequeño y emplumado cuerpo fue puesto dentro de una caja de cartón y enterrado en el jardín.
Dos semanas después, el mismo fulano murió en su automóvil, tras chocar de frente contra el muro de grandes ladrillos, que rodea la casa del Emperador.
Llena de dolor, la mujer del Emperador pidió que levantaran el cuerpo del fulano y que fuera puesto en un ataúd de madera y enterrado en el cementerio.
Un mes más tarde, la mujer del Emperador murió sentada en una silla, cuando un gorrión entró por la ventana abierta del jardín de invierno y se clavó en su ojo, enterrando su pequeño pico en el diminuto cerebro.
Lleno de dolor, el Emperador pidió que levantaran el cuerpo de su mujer y que lo llevaran al mausoleo de su familia. Además, decretó una semana de luto y mandó a que fusilaran al gorrión en la plaza central, al otro día al amanecer.
Un año más tarde, el Emperador murió en su automóvil, cuando un gorrión se estrelló en el parabrisas, asustando al chofer y haciendo que chocaran de frente contra el frente de la casa de aquel difunto fulano.
Lleno de júbilo, el pueblo enterró al Emperador en una caja de cartón, al chofer en un ataúd y al gorrión en un nuevo y enorme mausoleo.
9/1/08
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