El
camino es siempre el mismo, el tema es empezar a recorrerlo.
El
primer paso cuesta una bocha, pero nadie habla del segundo. Claro,
claro. Acá somos todos bilardistas y el segundo no le importa a
nadie, pero igual hay que darlo.
En
el segundo paso ya estás jugado. Tu otro pie está ahí adelante,
esperando al resto del cuerpo, impaciente y tratando de mantenerse
calmo, porque ahora viene la parte del equilibrio. La parte en la que
todo tu ser se posa en ese pobrecito pie, que ya mandaste al frente.
En
ese momento juegan un montón de cosas, desde si te cortaste las
uñas, hasta el esguince crónico en el tobillo. La zapatilla, las
medias, el suelo, la rodilla... muchas cosas ahí, laburando para
mantenerte en equilibrio, hasta que te animás y te mandás para
adelante.
Sentís
el peso del cuerpo a la deriva, rogando que tus piernas recuerden las
reglas básicas:
- Primero un pie, luego el otro y así hasta detenerse.
- Jamás tratar de avanzar con ambos pies al mismo tiempo.
- Llevar el peso del cuerpo hacia donde apuntan los pies.
Uno camina, de alguna manera, uno lo logra y camina. Un
paso, luego el otro. Falta para empezar a trotar y mucho menos, para
correr... cómo extraño correr. Sin embargo, entre el pucho y la
falta de costumbre, no corro ni un bondi.
El
tercer paso ya es más tranqui y para el cuarto uno ya le debe haber
agarrado la mano (o, el pie) y todo se vuelve más sencillo.
El
problema es que ahora nos creemos que la junamos lunga en esto de
caminar y nos queremos hacer los pistolas, así que nos damos el lujo
de esquivar charcos, pisar en el centro de la baldosa, hacer
equilibrio en el cordón de la vereda y hasta de jugar a María la
paz, la paz, la paz, tres pasos pa´ trás, pa´ trás, pa´ tras.
Paso
a paso1 nos vamos alejando de aquel lugar y nos acercamos
al otro lugar, que puede ser el mismo lugar, si hablamos de la
metáfora y lo figurativo, pero si se trataba de caminar a la
panadería a comprar un ¼ de biscochitos no, un lugar es el punto de
partida y otro es la panadería.
Volviendo
a lo figurativo, cada paso es importante, cada paso tiene su
complicación y aunque el primero se lleva todos los aplausos, nunca
nos debemos olvidar de los que vinieron después.
En
ocasiones, uno se olvida que puede volver a mandar un pie adelante...
pero hay una lección que ya me la aprendí y que me la repito una y
otra vez, para no olvidarme. Llegar es muy difícil, pero no hay que
dormirse en los laureles, sólo descansar, disfrutar y buscar una
nueva dirección en la que seguir caminando.
La
quietud es un lujo que no me quiero dar nunca más y que no se la
deseo a nadie.
__________________________________________________________________________________________
__________________________________________________________________________________________
1)
Mostaza Merlo, 2001